Guardianes de FE
Capitulo 9
"Dunea"
Caminaron sin descanso hasta la gran muralla que Demian vio
a lo lejos, había 13 puertas exactamente iguales, distanciadas una de la otra
por unos metros.
¿Cómo podría entrar a
una ciudad por una puerta como esa?, la simple contextura de la puerta le recordó
a la que era de su casa.
-La puerta numero 4- Dijo Jeiz abriéndola.
Dentro estaba todo oscuro y un frío le helo hasta los
huesos.
-Clic lushe- Dijo
Jeiz y al instante unas antorchas de llamas azules se encendieron.
Estaban dentro de una cueva común y corriente.
-¿Dónde exactamente estamos?- Pregunto Demian.
-Hay dos formas de entrar ala ciudad de Dunea, una es por
esta puerta, que es un atajo y la otra es ir exclusivamente a Roma y encontrar
esta cueva-
Jeiz comenzó a caminar cada vez más rápido por la cueva.
-¿Esta todo bien?-Pregunto Demian
-si- respondió jadeando.
-¿Te sientes mal?- insistió al ver que ella ya parecía
correr.
-Necesito salir de aquí rápido, antes que me ahogue en el
encierro- Dijo.
La cueva se estaba volviendo cada vez más pequeña y la única
forma de seguir era a gatas por el piso, las luces alumbraban desde alguna
distancia, ya que mientras intentaba seguir a Jeiz no veía ya las antorchas.
Cuando llevaban más de una hora por el estrecho túnel Jeiz
se levando, ya no había mas cueva y las antorchas iluminaban la pared que
anunciaba el fin.
-¿Y ahora donde vamos?- Pregunto Demian al ver que Jeiz
tocaba la pared donde las antorchas azules se sujetaban.
-Bien, ¿tienes problemas o traumas con el agua?-Pregunto
ella mirándolo.
-no-
-¿Algún miedo?-
Demian dudo por un segundo contestarle.
-No-
-Vamos, no te avergüences de tus miedos-Sonrío ella – Yo soy
esclautofobica y muero para que me respondas antes de llevarte a Dunea-
-a la oscuridad- Se sonrojo esperando que jeiz se riera de
Su lamentable cobardía.
-Bien-Respondió en cambio, sin darle mayor
importancia.-Dunea es una ciudad bajo el mar, donde las sirenas son las que
reinan.-
-yo no veo agua- Respondió Demian mostrando el entorno, sintiéndose
un superdotado.
Jeiz solo sonrío, con esa sonrisa ladeada.
-Vamos, ¿confías en mí?-
Demian no respondió y ella pareció decepcionarse un poco mirando
hacia las llamas azules de la pared.
-Cuando entremos a Dunea recuerda, jamás subas a la
superficie-
Antes de que Demian pudiera preguntarle la razón, Jeiz le
tomo del brazo y corrió hacia la pared con las antorchas.
Demian simplemente se dejo llevar, comenzando a dudar de
porque iba directamente a la pared. Cuando vio que chocarían contra ella no
pudo evitar dar un grito de dolor antes de haberla sentido. La verdad es que jamás
la sintió.
Abrió sus ojos y sintió como sus pulmones dolían al
respirar.
Estaba flotando.
Jeiz le miro y le hizo señas en la garganta, luego toco sus
labios delicadamente y negó con el dedo “no debía hablar” significaba.
Comenzó a apuntar hacia la derecha y vio que estaba dentro
de una cueva y la salida estaba a pocos metros de el.
Jeiz no le soltó, comenzó a nadar arrastrándolo fuera de la
cueva, la luz del sol iluminaba todo su entorno y la oscuridad ya no era tan extensa.
Demian pudo notar la Ciudad de Dunea, realmente era un sueño, las
sirenas paseaban por las calles de una ciudad creada por corales y rocas
marinas, un gran palacio se mostraba en
su grandeza en la cima de toda la ciudad.
Jeiz lo llevo hasta lo que parecía la entrada de la ciudad,
sus pies tocaron la arena y Demian la siguió.
Al instante de tocar la arena de la ciudad su cuerpo se
torno pesado, se sintió como si estuviera en la superficie.
Ante gran milagro miro a Jeiz y sonrío. Sus cabellos
parecían los únicos en notar que estaban bajo el mar.
-vamos, tenemos que llegar al palacio- Dijo sin problemas al
hablar.
Al escucharla noto que su garganta y respiración no estaban
en la presión natural al estar bajo el agua y supo que ya en el mundo en el que
había entrado nada era imposible.
En silencio comenzaron a caminar por la ciudad, era extraño
para Demian ver a las sirenas, incluso unas pasaban por su lado mirándole
fijamente, otras parecía que su presencia les asustaba.
Aunque jamás había estado en Dunea sintió que la ciudad no
se estaba comportando de la manera en que era normal.
-¿porque nos miran?- pregunto Demian a Jeiz.
-los guardianes no suelen aparecerse por otros mundos al menos
que signifique una cosa-
-¿Qué cosa?- pregunto Demian
Vio como una sirena tomaba a sus hijos, pequeñas sirenas ocultadas
detrás de la cola de su madre.
-problemas, somos muy mal mirados en Dunea por que creen que
representamos malos augurios-
Era cierto, lo que tenían en común todas estas sirenas era
el miedo en sus ojos.
Caminaron entre casas echas de roca hasta llegar a la
entrada de palacio, este poseía un patio enorme adornado de miles de extrañas
algas de mar y barcos hundidos. Era un hermoso paisaje marítimo, sin pensar en
cuantas personas murieron en los naufragios de los barcos.
Pasaron por las puertas y los guardias presentes no hablaron
ni restringieron nada.
-¿Tienes mucha autoridad en este sitio?-pregunto Demian al
notar que las puertas estaban abiertas sin mas ante ellos.
-los guardianes, si, tu puedes llegar ir a casa de una de
esas sirenas pedir tener sexo con una de sus hijas y ellos no pueden hacer nada
para ir en contra-
-Nunca haría eso-
-Solo lo tome por ejemplo, incluso nosotros somos mas que el
propio rey de Dunea, pero Silenne jamás nos enseño de esa forma, fuimos criados
humildemente por la reina de Amarie.-
-¿Silenne también controla este lugar?-
-No, solo Amarie, pero Dunea no es nada sin la fuente
principal de Amarie. Este sitio esta protegido por una magia, que les oculta
del mundo humano, esta magia pertenece a Amarie.-
Entraron al palacio, que estaba adornado interiormente con
muchas ostras que iluminaban elegantemente un camino.
Comenzaron a seguir una alfombra roja, que llevaba a una
habitación realmente grande, con un ventanal que daba vista a todo el océano.
En el centro de la habitación estaba un trono exactamente
igual al de Silenne, el ángel con el cuchillo en su cuello.
-¿Durking? Que inesperada sorpresa- Dijo la voz de un
hombre.
Demian miro en varias direcciones y vio que un hombre con
cola de pez estaba detrás de ellos.
-Silenne ha enviado una carta- Dijo Jeiz formalmente mostrándole
el sobre azul.
El rey nado hasta su trono mirando aquel sobre.
-Jeiz, dije a Silenne que enviara un ejército, hemos visto
un centenar de Demonios a las afueras de la ciudad-
-A mi se me ha dado la orden de dejar la carta, nada mas-Respondió
fríamente.
-Con el debido respeto Jeiz, convence a Silenne, mi gente
esta asustada y duda de la protección divina de Amarie-
Jeiz miro ligeramente a Demian y este entendió que las cosas
se estaban complicando.
-las órdenes de Silenne, léalas-Dijo Jeiz apuntando el sobre
azul en las manos de rey.
Este comenzó a leerla, sus manos parecían temblar demasiado.
-¿Qué planea?- pregunto el rey un poco mas alterado
-hey, ¿Cómo saberlo yo?, no he abierto la carta-
-Necesitamos ejercito, ¡Silenne cree que solo exageramos!-
Demian sintió la angustia con la que el rey hablaba, estaba
igual de asustado que los habitantes de Dunea ¿acaso Silenne les abandonarían?
No podía pensar que Silenne realmente fuera tan cruel.
-Intentare traerte un nuevo mensaje- Dijo Jeiz- intentare
convencerla-
Jeiz hablo con sinceridad, la misericordia aparecía en sus
ojos.
El rey sonrío con un poco mas de tranquilidad, Hasta que se oyó
un Rugido.
Demian, Jeiz y el rey miraron hacia el gran ventanal, una
gran sombra negra parecida a un calamar gigante se acercaba.
Lanzo un tentáculo contra el ventanal rompiéndolo en miles
de pedazos, los cristales volaron como si fueran en la superficie y venían en dirección
a Demian.
En el mismo acto de segundos Jeiz lo lanzo al suelo protegiéndolo
de la lluvia de cristales.
-Vallan a Amarie!, avisen a Silenne!- Grito el rey.
De la mano de Rey se abrió una expansión de luz dorada y se
materializo una lanza de dos filos en ella.
Jeiz tomo a Demian para levantarlo del piso y comenzó a
correr por todo el palacio buscando la salida.
-¡¿Qué es eso?!- pregunto Demian aterrado
-¡Esto son Demonios!- Respondió Jeiz.
Mientras corrían Demian Noto que una nube roja. Recordó que
estaba en el agua y que eso podría ser algún líquido que se disolvía. Al mirar
de donde provenía vio la espalda de Jeiz, estaba herida y todo por protegerlo
de la lluvia de cristales.
Llegaron fuera del palacio y vieron la ciudad devastada.
Miles de Demonios que habían tomado la forma de calamares
gigantes atacaban la ciudad y sus ciudadanos. La imagen quedo clavada en la
mente de Demian, la sangre tanto Roja como la morada de los demonios se disolvía
en el agua.
-¡Cuidado!- Grito Jeiz empujándolo hacia un lado.
Una serpiente de tres ojos la tomo a Jeiz en su boca y la arrastro
varios metros de distancia.
La serpiente parecía estar jugando con ella, la mordía y zamarreaba
su cabeza para ver si Jeiz dejaba de luchar contra ella.
Demian no evito comenzar a gritar de terror, aun sentado en
la arena comenzó a arrastrase alejándose de tal imagen, sin dejar de pensar en
que Jeiz posiblemente estuviera ya muerta.
La serpiente soltó a Jeiz de su hocico y la figura de Jeiz
se vio a distancia. Se levanto y mientras cojeaba corrió como pudo hasta Demian
quien estaba perplejo.
-¡Corre!- Grito-vuelve a Amarie por donde habíamos llegado-
Demian parecía no responder a sus sentidos, el miedo le
inundaba y parecía volverse todo negro.
Algo lo volvió en si. Jeiz le había golpeado de lleno en la
cara.
-¡No te desmayes ahora!- grito Jeiz y Demian reacciono colocándose
de pie agradecido de que ella estuviera con vida, pero la Serpiente estaba detrás
de ella.
Ágilmente se lanzo hacia ella y de la misma forma en que el
rey había materializado una lanza en su mano, Jeiz materializo una espada de
color violeta.
Escalando la serpiente le Enterró la espada en uno de sus
tres ojos y esta se volvió loca por el dolor. Arrastro su cola por todo el
patio, rompiendo los barcos que estaban a su alcance y levantando una nube de
arena por todo el sitio.
Pronto la visión se puso borrosa y todo lo que Demian
respiraba estaba compuesto por arena.
Una nube roja se diviso entre la capa de arena y Demian
lucho por no pensar en que era de Jeiz, los gritos de dolor y guerra de Jeiz habían
cesado junto con los de la serpiente.
En el instante en que una nube morada se derramo por las
aguas Demian no pensó más que en correr. Lo único que podía sentir era en como
respiraba la arena ensangrentada.
Mientras corría no podía pensar en nada, ni siquiera supo la
dirección en que iba era la correcta.
Tropezó, estupidamente en el camino, sin darse cuenta había caído
sobre miles de cuchillas que posiblemente había usado alguien para defenderse,
una había quedado insertado en su hombro. No grito de dolor, grito por e miedo.
Al mirar hacia atrás se dio cuenta que había tropezado con el cuerpo de una
sirena, el cabello largo y azulino estaba manchado con la sangre de los
demonios.
-Ayu-dame- imploraba la sirena,
Demian no se pudo contener, en vez de ayudarle grito hasta
que sintió que no tenía hombría.
Lamentablemente, la sirena murió a los segundos, su sangre
era disolvía en el mar mientras la arena se disolvía.
No dijo nada, aun que dejo de gritar, por fin pudo pensar. La
envidio durante esos minutos en que comenzó a levantarse mas decidido. Olvido por
completo la daga insertada en su brazo y miro hacia arriba.
Entre la neblina de arena se veía el sol.
Dio un salto y noto que se demoraba en volver a la arena,
salto nuevamente y moviendo sus brazos comenzó a nadar para ir fuera de agua,
fuera de lo que la realidad le estaba mostrando.
Con la fuerza y la energía en que nadaba desgarraba el agua
mientras miraba el sol que e servia de guía, deseaba que los rayos de sol,
tocaran su rostro, deseo la vida que nunca quiso, volver ala escuela, volver a
ese día en que decidió ser profesor para imitar a la madre que le abandono.
Salio del agua y en vez de dar una bocanada de aire boto
toda el agua que en sus ahora extraños pulmones contenían, el agua salada hirió
sus narices y garganta, sus ojos irritados apenas veían y las olas intentaban hundirlo
nuevamente.
A lo lejos diviso
unas rocas, decidió que morir siendo un naufrago era mejor que comido
por demonios, así que ando a ellas a buscar una esperanza.
Ya mas calmado, se sentó en una superficie plana, miro a su
alrededor y vio mar por todas partes.
Dio otro grito. Este no era de dolor, no era en busca de
ayuda, incluso decían solo una palabra. “Confío en ti, Jeiz”.
Le recordó como luchaba por protegerlo y rompió en llanto,
le había dejado abajo, en Dunea, bajo el mar…
Entonces no lo creyó, si hubiera tenido un poco mas de sano
juicio en ese momento se hubiera encargado de terminar con su propia vida, “jamás
subas a la superficie”, resonaron las palabras de Jeiz, miro sus frías manos,
estaban pálidas y esta vez si pudo tambalearse y se desmayo en la dura roca.
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